El desafío de ser tu propia jefa
En tiempos en que las relaciones laborales se vuelven cada vez más flexibles, la economía cambia y los emprendimientos se multiplican, vivir de un negocio en el que cada uno es su propio jefe en un hábito cada vez más frecuente.
Sin embargo, administrar una actividad comercial sin más armas que los propios conocimientos y con la intuición como guía no siempre es fácil: además de conocer al detalle los pormenores del propio negocio, hace falta disciplina, constancia, organización y sobre todo mucha, pero muchas tolerancia a los fracasos. A continuación, algunos consejos prácticos para iniciar o mejorar el propio, sin morir en el intento.
Hacelo con pasión:
La pasión es el ingrediente fundamental para atravesar las largas horas que se requieren para poner a funcionar un negocio y para sobrevivir
Negocio y para sobrevivir a los múltiples problemas que éste seguramente presentará.
Disponete a aprender:
Si crees que lo sabes todo, es altamente probable que fracases rápido. Escuchá, reflexioná y cuestionate. Los emprendedores exitosos reconocen que están aprendiendo siempre y que pueden aprender de todos cada día.
Planificá:
Cuanto menos improvises, mayores serán tus posibilidades de éxito. Es cierto que el entorno suele ofrecer oportunidades inesperadas, y que hay que tener flexibilidad para aprovecharlas, pero mientras éstas no aparezcan, lo mejor que pueden tener es un plan acerca de cómo y cuándo darás cada paso en el corto y mediano plazo.
Sé realista:
No pienses que un negocio será exitoso simplemente porque para otros también lo fue. Si bien hay que ser optimista, nunca es bueno serlo en exceso. Las cosas pueden fallar y hay que estar preparados.
Organizá tu tiempo:
No tener un jefe no quiere decir que vayas a trabajar poco. Empezá tu día fijándote objetivos y proponete cumplirlos. No cambies de tarea constantemente. Establecé horarios de trabajo y respetá también tus horarios de descanso. No sos una máquina.
No trates a tus clientes como amigos ni a tus amigos como clientes:
las personas que compran tus productos o servicios, por buena gente q sean, son tus clientes. Dales el trato que merecen pero no esperes favores por eso de parte de ellos. Del mismo modo, no trates como clientes a tus amigos: no esperes que te compren, simplemente por la amistad que los une.
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