Alimentos Especiales:
Aceite de Oliva, compañero de la humanidad
¿En que se parecen Zeus, Troya y el Aceite de Oliva?
Quizás no en mucho, salvo por que los tres merecieron ser incluidos en la épica prosa de Homero. Conocido por sus himnos al decano de los dioses griegos y a la fortaleza mediterránea, pocos saben que fue el mismísimo poeta, allá por el siglo VIII antes de Cristo, quién sentenció que el aceite de oliva era “oro líquido”, entre otras alabanzas.
Ocurre que, desde un principio, el olivo y sus frutos han estado presentes en la historia de los hombres, ya sea en rituales sagrados o en la vida cotidiana, no sólo para enriquecer los alimentos sino también en diversas técnicas de masaje y cosmética.
Los primeros datos nos remontan a La Edad de Cobre (4000 AC), cuando al parecer los precursores de la ingeniería agronómica seleccionaron una variedad de frutos grandes y carnosos, conseguidos entre hibridaciones entre olivos africanos y orientales.
Pero serían los antiguos griegos los que incluirían este producto en una dieta que armonizaba los hábitos saludables del cuerpo y del alma, constituyentes de la actividad vital del hombre.
Y es que el aceite de oliva ha demostrado rotundamente entre otras virtudes que es más sano, saludable y digerible; no engorda, es más económico al poderse reutilizar más veces, y sobre todo, posee grandes cualidades terapéuticas.
En la cocina, es casi el complemento perfecto: conserva todo el aroma y sabor de las ensaladas, salas o guarniciones de verduras.
En guisos siempre a fuego lento y baja temperatura- mantiene todas sus propiedades, y en las frituras y asados, es la más estable de los aceites vegetales.
Lo dicho: el legendario árbol de olivo y el aceite obtenido de sus frutos han acompañado desde siempre a la humanidad, y merecieron con justicia tanto el homenaje de la cocina como el cantar de las poetas.
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