Por Martin Michelson
Luego de haber ido, en el ultimo año, a los Estados Unidos a trabajar en la temporada inviernal y descubrir el placer de poder trabajar y hacer lo que mas me gustaba en la vida que es “raidear” con el snowboard, decidí que sería muy interesante repetir la experiencia pero en otro país.
Además deseaba que en esta oportunidad la vivencia me dejara algo más que, la práctica del idioma esta vez la tarea debía ser mas útil e interesante que meramente, alquilar equipos de ski.
Luego de comentarle a mi padre que iba a empezar a estudiar cocina en el IAG, él me presento a Pierre Mechesseau, un prestigioso y afamado Chef francés, con quien al poco tiempo después de conocerlo empezaría una relación amistosa, pese a las diferencias entre nuestras edades.
En una de las múltiples charlas sobre los más diversos temas vinculados a la gastronomía le comente de mi última temporada en Vail, Colorado.
Casi de inmediato y con la generosidad que lo caracteriza, me ofreció la posibilidad de trabajar en La Potiniere, en Chamonix, Francia.
La idea de enfrentar este desafío, para el cual además debía estudiar francés, me resulto francamente atrapante.
Cambiar de idioma, de costumbres, inclusive de continente me motivo.
Siempre me han atraído las relaciones humanas, el conocer nueva gente y adicionalmente otros centros de ski.
Ciertamente, ya había estado anteriormente en Europa y específicamente en Francia, pero de eso hacia más de 12 años, por lo que realmente los recuerdos eran tan vagos que prácticamente era como no tener ninguno.
Hechos los arreglos preliminares acordamos con nuestro guía Pierre y por su intermedio con los propietarios de la brasserie que al día siguiente al que rindiera el último final en el Instituto, tomaría el avión hacia este lugar increíble y totalmente nuevo para mi.
Lo que así ocurrió con absoluta precisión. Salimos el jueves 18 de diciembre y el viernes llegamos a Ciudad Luz.
Con el pretexto de la necesidad de aclimatarnos al nuevo país y a sus horarios, pasamos un fin de semana en Paris, donde recorrimos muchísimos lugares, la Catedral de Notre Dame, el barrio St. Michel, la famosa pirámide de vidrio del Louvre y sus alrededores, el Arco del Triunfo, la recoleta francesa, la Academia de la Música mientras había un coro que entonaba villancicos navideños, Tour Eiffel.
Son sólo algunos de los lugares visitados. Puntos todos que nunca deben de faltar si estas en Paris, como así también recorrer el barrio de los artistas pasando por el Sacre Coeur, con su increíble vista de toda la Ciudad y finalmente recorrer las calles vecinas al Mouling Rouge.
Obviamente, que la actividad y la excitación de todo lo vivido en estos dos días nos dejo exhaustos.
El domingo nos levantamos con todo el entusiasmo de quienes tienen un gran desafío por delante y totalmente dispuestos a emprender nuevamente el viaje que nos llevaría hasta nuestro destino final.
Fuimos a la estaciòn de trenes para tomar el TGV
Fuimos a la estación de trenes para tomar el TGV que nos llevaría a St. Gervais y desde allí dar el salto final de nuestro itinerario que nos dejaría en Chamonix, estratégicamente ubicado en una de las ladera del Mont Blanc.
Arribados a la estación nos esperaba nuestra futura jefa, Sandrine, hija de Pierre, quien nos llevo a la brasserie en donde comimos, con especial apetito, pues el viaje había sido largo y luego nos llevaron a conocer la que será nuestra casa, durante los tres meses que durará nuestro entrenamiento.
El departamento está enclavado en un lugar espectacular desde el cual ves la montaña. Realmente es un placer abrir todas las mañanas las ventanas y encontrarte con esta verdadera postal.
Cuando comenzamos con nuestro trabajo, las limitaciones del idioma nos trajo aparejado algunos inconvenientes de comunicación, que nos impedía entender las indicaciones con la rapidez que imponían las circunstancias.
Estábamos en uno de los picos de la temporada con una enorme afluencia de clientes, que deben ser rápidamente satisfechos en sus pedidos y nuestra respuesta a las indicaciones no resultaban satisfactorias.
Realmente logramos, en varias oportunidades, poner al chef de muy mal humor.
La cocina en esos momentos iniciales funcionaba a pleno y nadie tenía mucho tiempo para explicarnos lo que no entendíamos.
Fueron momentos muy duros que nos hizo preocupar bastante acerca de cómo íbamos a superar los inconvenientes.
En este tiempo un compañero de trabajo de nacionalidad inglesa nos fue de gran ayuda para la comunicación y con el tiempo fuimos aprendiendo mucho, ahora que paso un mes todo lo comentado parece lejano, puesto que al día de hoy estamos sacamos los pedidos completos prácticamente sin ayuda y hemos ganado una interesante la velocidad el armado de los platos.
Dado la diferencia de edad que hay con nuestros compañeros de trabajo se nos hizo difícil conocer gente para entablar amistades, pero con el transcurso del tiempo y de las salidas conocimos gente que hoy en día vemos seguido.
Lo más lindo de las salidas sin lugar a dudas es la cantidad de escandinavas que vienen a skiar a Chamonix muchas de las cuales son realmente muy lindas.
La montaña me recuerda mucho a Bariloche dado que hay mucha cantidad de días con sol y lo hace muy lindo al lugar, pero la nieve se tiende a tornarse dura.
Tenemos el privilegio de poder andar por ella prácticamente seis días por semana lo cual es una alegría constante. Hay mucho por conocer todavía pero con el tiempo hemos recorrido 4 de las 5 montañas que conforman el centro, lo cual es un verdadero lujo.
a siguiente...Martin
parece que estuviste viajando mucho! que buena experiencia la verdad! yo estoy en buenos aires en un hotel en Recoleta, la verdad que viajar te cambia la mente!
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