mardi 10 mars 2009

Comer en invierno


Comer en invierno: ¿cómo protegernos y cuidar nuestra figura al mismo tiempo? 

Con el otoño suelen aparecer algunos síntomas que nos advierten que nuestras defensas se encuentran bajo presión: dolor de garganta, molestias difusas que nos hacen pensar en un resfrío que nunca llega, un cansancio mayor que el habitual y dolores musculares, que aparecen sin haber hecho ejercicio…

¿Qué nos esta pasando?

Nada grave: simplemente los bruscos cambios otoñales de temperatura están poniendo a prueba a nuestro sistema inmunológico. Una suerte de “estrés preventivo”, que moviliza las defensas necesarias para evitar enfermedades típicas de la temporada, como anginas, catarros y gripes, por nombrar las más comunes. En este estado de alerta, como un motor en combustión, consume nutrientes que son tomados de otras áreas del organismo por así decirlo, cuya disminución provoca una desapacible languidez

Es necesario pues estimular el sistema inmune, darle combustible a nuestra usina de anticuerpos. Para ello, es menester recurrir a los baños de temperatura alterna, que estimulan la circulación sanguínea y linfática y fortalecen al organismo, dormir el suficiente número de horas, realizar algún tipo de ejercicio físico, llevar –si esto fuera posible- un ritmo de vida más relajado y evitar e estrés urbano, uno de los principales enemigos de nuestro sistema de defensas.


Y por supuesto, los alimentos apropiados

La mayor parte de los problemas inmunológicos se deben al maltrato dado al sistema digestivo por una alimentación inadecuada. Estos es: escasez de fibras, exceso de alimentos fritos y grasas saturadas, ingesta de café, azúcar y alcohol entre otras cosas.

Pero por suerte hay una amplia variedad de nutrientes cuyo consumo habitual eleva específicamente las defensas. La dieta Mediterránea (alto consumo de frutas, verduras, legumbres, frutas secas, pan y otros cereales. El aceite de oliva como grasa principal y un mayor consumo de aves y pescado que de carnes rojas) constituye un factor protector para el organismo, gracias a su riqueza en vitaminas, sustancias antioxidantes, y a las bondades saludables del aceite de oliva, muy rico en vitamina A.

El ajo, por su parte, estimula la potencia de los linfocitos T, además de demostrar que su ingesta aumenta significativamente el número de células protectoras naturales.

Por su rico contenido en vitaminas, minerales, y fito nutrientes, las frutas y verduras crudas son especialmente recomendables, al igual que los yogures, cuyas bacterias contribuyen a mejorar nuestro sistema inmunológico.

Otros alimentos especialmente protectores son la cebolla, la calabaza, las zanahorias, el polen, la miel, el perejil y los tomates. Finalmente, y aprovechando la temporada, conviene ingerir pescado al menos 2 veces a la semana.


Clásicos de invierno

Naturalmente, en cuanto el invierno golpea la puerta, los platos calientes tienden a reemplazar a las ensaladas: es recomendable entonces recurrir a las sopas, que no engordan y se pueden hacer con todo tipo de verduras (calabazas, coliflor, cebollas, zanahorias, puerro, cholo).

Es licito consumir pastas las veces que se quiera, pero controlando las porciones y evitando las salsas muy pesadas y la crema, usando como máximo una generosa cucharada de queso de rayar.


¿Y los guisos, esa inescapable tentación invernal?


Afortunadamente, las severas prescripciones de antaño han cambiado: hoy muchos nutricionistas sostienen que se pueden comer guisos a lo sumo 3 veces por semana, hechos a base de arroz o lentejas. Los guisos que menos engordan son los que tienen salsas naturales y livianas, y en su elaboración es conveniente que predominen las verduras y carnes.

Digamos como conclusión, que a pesar de las inclemencias del tiempo, nuestro organismo es sabio: comer bien y rico que no quiere decir en exceso y pesado- no solo optimiza las defensas, sino que también nos provee de la imprescindible cuota de buen animo para ponerle color a la melancolía y energía vital a los días grises.

Platos para darnos calor

Cuando la temperatura ambiente baja, hay una gran variedad de verduras y legumbres secas, ricas en fibra, energía y proteínas vegetales, que pueden ayudarnos a reponer esas calorías extra que gastamos:

     Papas y cebollas: mezcladas en ensaladas, son una muy buena fuente de vitaminas, sales minerales y almidón, y pueden acompañar las carnes blancas y rojas, además del pescado.

     Las verduras fritas son muy sabrosas, y para que no perjudiquen a la salud, basta con no abusar de ellas y freírlas en aceite de oliva, ya que el de semillas tarda más en humear y debe recalentarse más para freír. Se pueden tomar diariamente purés y guisos de papas con arroz y parmesano.

Repollos, repollitos de Bruselas y brócoli: no deberían faltar nunca en la mesa durante el invierno: además son muy útiles en la prevención del cáncer.

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